Wolframio o Tungsteno



Wolframio o Tungsteno
¿Sabe usted con cuál de estos dos nombres fue bautizado el singular elemento número septuagésimo cuarto de la Tabla Periódica?
¿Sabía usted que es el único elemento químico bautizado por españoles?
En efecto, los hermanos logroñeses Juan José y Fausto Elhúyar fueron los primeros en aislarlo en 1783 en el Real Seminario de Bergara y lo bautizaron como wolframio. Dado que hasta 1969 la R.A.E. no incluyó oficialmente la W en el alfabeto, durante casi dos siglos en España se escribió como volframio. El nombre lo tomaron de un mineral teutón llamado wolframita, que en alemán venía a significar barba de lobo, a partir del cual lograron aislar y caracterizar dicho elemento.
Sin embargo, el famoso mineralogista sueco Axel Fredrik Cronstedt, descubridor del níquel, publicó en una prestigiosa revista inglesa la descripción de este elemento dándole el nombre de tungsten, que en sueco significa roca pesada. Desde entonces, los anglosajones han mantenido el nombre de tungsteno; a la vista de que unos y otros no se ponían de acuerdo, en 1949 la IUPAC, el organismo encargado de oficializar las nomenclaturas químicas, acabó aceptando ambos nombres como sinónimos. En 2005, por la presión del mundo anglosajón y debido a que en España también empezaba a usarse el anglicismo tungsteno, decidió suprimir el término wolframio, aunque los miembros españoles de la IUPAC han recurrido el cambio y la discusión aún continúa. Así que ya sabe, cuando compre una bombilla o algún elemento con tungsteno, sea patriota y pídalo como wolframio.

Mineral de wolframita (Wikipedia)
El wolframio es tan extraordinario que con el tiempo ha ido aumentado su valor e importancia estratégica. Es el elemento puro con mayor punto de fusión (3.422 ºC) y el de menor coeficiente de dilatación térmica, lo que le hace ideal para resistencias, bombillas y elementos que soporten altísimas temperaturas. Su dureza, especialmente combinado con acero, le confiere una resistencia para uso industrial sólo superada por el diamante. Y su peso, que es tres veces el del hierro y superior al del plomo, lo convierten en ideal para revestir municiones perforantes, especialmente las antitanques. Pero como a tal bala tal armadura, siempre que se diseña un proyectil especial hay que fabricar un armazón que la detenga, y cubrir un tanque requiere cantidades considerables de este raro elemento, su precio e importancia estratégica se dispararon desde la Segunda Guerra Mundial.
Hasta 1939, la Alemania nazi conseguía el wolframio de India, China y Birmania, pero con el bloqueo naval, gracias a la colaboración del régimen de Franco, que también estaba aislado, se empezó a obtener de minas repartidas por toda la España granítica, fundamentalmente de Galicia, Salamanca y Cáceres, en las que llegaron a trabajar más de 20.000 mineros, muchos de ellos prisioneros republicanos. Antes de la II Guerra Mundial, en nuestro país existían sólo seis empresas destinadas a la extracción del wolframio. Al final de la guerra había más de cien. En cuatro años los precios aumentaron de forma vertiginosa: desde las 7.500 hasta las 235.000 pesetas por tonelada, que era una cifra increíble para la penuria de aquellos años.

Entrevista de Franco con Hitler en Hendaya
Gracias al comercio con los nazis, España pudo saldar la deuda militar que desde la Guerra Civil mantenía con Hitler, llegando incluso a recuperar unas reservas de oro similares a las llevadas a Moscú por la República.
Esos movimientos de oro eran realmente curiosos. El expoliado por los nazis a los judíos y a los países ocupados era llevado a Suiza y fundido en lingotes. Allí, mientras los suizos miraban a Cuenca, se cambiaba por francos suizos con los que pagar a Franco, quien a su vez compraba luego los lingotes a los suizos. España llegó a tener así unas reservas similares a las de antes de la Guerra Civil. El Banco Pastor, Unión Fenosa y varias empresas más nacieron entonces a la sombra de este oscuro negocio que EE.UU. intentó estrangular sin mucho éxito.
Hacia 1958 EE.UU. concedió a Franco un gigantesco crédito de 30 millones de dólares exigiendo como garantía el traslado de los lingotes oro a la Reserva Federal de Nueva York. Ante la imposibilidad de saldar sus deudas, el 1 de enero de 1959 los norteamericanos se quedaron con las reservas de oro españolas dejándonos tan pobres como estábamos al comienzo de la contienda.
Y luego nos dieron la leche en polvo.
Más información:
Españoles en la 2ª Guerra Mundial
BBC. Tungsteno: un mineral para iluminar y devastar
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