Mares de ardoras






Mares de luz
¿Se imagina lo que es flotar entre estrellas? Eso es lo que sentí en los luminosos mares de ardoras, en las costas cercanas a la frontera entre Malasia y Tailandia. Allí, el mito del mar en llamas que había imaginado Julio Verne en 20.000 leguas de viaje submarino, se vuelve realidad y uno, rodeado de una hermosa fosforescencia espectral, comprueba que lo que creía que era una más de las legendarias fantasías de marineros, se vuelve una realidad tangible.
Al comenzar a nadar noté que a cada brazada se encendían a mí alrededor miles de puntitos azules. Entre el entusiasmo y el aturdimiento, me detuve a golpear el agua como un niño flotando en un polvo estelar que con los golpes se volvía cada vez más luminoso. Era una noche oscura y cálida apenas alumbrada por la tenue luz de la Vía Láctea. A mi espalda yacía, inmutable y eterna, la amenazante selva, y enfrente, en la tenebrosa oscuridad del océano, solo el tenue resplandor de una remota aldea de pescadores aclaraba algo el horizonte. Una de esas noches que invitan a nadar lentamente, sumergido en unas cálidas aguas tropicales que parecen devolvernos al acogedor vientre de la madre naturaleza. Una noche para no olvidar jamás.

Protozoos y celentereos bioluminiscentes visto al microscopio óptico

Un cnidario bioluminiscente visto al microscopio óptico
En 2005, los satélites de la NASA, esos errantes escudriñadores del Planeta Azul, confirmaron que los legendarios mares de ardora eran tan reales como la vida misma, y que miles de millones de organismos bioluminiscentes entre los que se cuentan bacterias asociadas a algas, protozoos, dinoflagelados, pequeños crustáceos, calamares y ciertos celentéreos como cnidarios y micromedusas, que son capaces de iluminar cada noche más de 200 mares repartidos por el mundo, especialmente por el océano Índico, entre Tailandia e Indonesia, pero también en Somalia y Puerto Rico; en incluso, a veces, arrojados por caprichosas corrientes al norte del trópico de Cáncer, iluminan tenuemente las costas del sur de Portugal.

Luciérnagas en la jungla
Años después, mientras fotografiaba una noche cangrejos por las playas cercanas al Parque Nacional de Taman, en el mar de Java, prendí las ráfagas de una potente linterna y, para mi sorpresa, vi que desde la selva me contestaban miles de luces verdes. Al acercarme, surgieron de las tinieblas de la jungla cientos de luciérnagas que me rodearon como un enjambre mágico de luces orgánicas que quedó para siempre atrapado en mí memoria.

Biolumnisencia del protozoo noctiluca en la bahía de Hong-Kong (Foto Kin Cheung)
Para subrayar su origen ancestral único, todos los seres bioluminiscentes tienen el mismo mecanismo de producción de luz que los biólogos conocen perfectamente. Un gen codifica una proteína especial, bautizada con el diabólico nombre de luciferina, que se oxida mediante una enzima llamada luciferasa y, durante el proceso, se emite una luz que oscila entre el azul y el verde en función del organismo. El gen productor de luciferina está tan bien estudiado que varios científicos han logrado implantarlo en animales de laboratorio para conseguir algo tan increíble como cerdos y ratas luminosos.
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Luis Montalvo Guitart
Precioso artículo y preciosas fotos.
No sabía en qué consistía el mecanismo que creaba la luminiscencia, gracias por «desasnarnos» (que decía Antonio Fernández-Galiano).
En Colombia hay un insecto diferente a la luciérnaga (precioso nombre), el cucuyo (nombre al menos tan bonito al anterior) que cumple la misma poesía nocturna en América que la nuestra en Europa.
luismonje.com
Muchas gracias, Luis