Hormigas





Cabeza de hormiga. Stack de 108 fotomacrografías
Llevados por nuestro ciego antropocentrismo, impropio de nuestra clasificación como Homo sapiens, a menudo usamos la expresión hormiga como sinónimo de lo diminuto e insignificante, sin darnos cuenta de que nos hallamos ante un insecto social que, en conjunto, funciona casi como un animal de inteligencia media. Cuando vemos los documentales sobre el liliputiense mundo de estos minúsculos artrópodos, nos maravillamos al descubrir sus prodigiosas habilidades sociales que van desde la agricultura, demostrada por su capacidad de cultivar hongos para consumo de la colonia, pasando por la ingeniería, que les permite tender puentes y pasarelas uniendo solidariamente su cuerpos, la industria textil, que practican cosiendo hojas, hasta su ingenio pastoril que les faculta para ordeñar las almibaradas excreciones de los pulgones.
Vean esta impresionante foto, que es la suma de 108 imágenes cuidadosamente tomadas en mi laboratorio, sin microscopio y con técnicas de apilamiento, que es el soporte gráfico de lo inmerecidamente poco que puedo narrarles sobre las fascinantes hormigas cuyo incesante laboreo ha entretenido tantas tardes de mi infancia. De hecho, la lectura de La vida de las hormigas, de Maurice Meterlinck, escrita en 1930, marcó mi interés por la Biología cuando tenía tan solo 14 años.
Las hormigas, como las abejas, son himenópteros que posiblemente deriven de un antepasado común similar a las avispas. Se calcula que existen unas 140.000 especies. La hormiga de la foto es una hormiga soldado, es decir, una hembra estéril y pertenece a la especie Camponotus herculaneus que, por lo general, comen o habitan en maderas podridas. Las hormigas soldado suelen ser las encargadas de la defensa del interior del hormiguero cuando están acuarteladas y de escoltar a las obreras pecoreadoras fuera del mismo; ni que decir tiene que estos fornidos y belicosos individuos no reparten caramelos, sino que suelen ser agresivos y muerden si se les intenta capturar a mano. Lo certifico con mis doloridos dedos. Pero en el mordisco acaba todo, porque para fortuna de los que los reciben, los miembros de esta especie no suelen añadir al bocado la expulsión del irritante ácido fórmico, cuyo nombre proviene precisamente de la palabra hormiga, que en latín se dice formica (¡ojo! con eme).
Una cosa que no deja de sorprender es que un insecto tan pequeño sea tan longevo. Se sabe que hay ejemplares que pueden vivir 7 años, lo que supone una duración superior a la media de los mamíferos, mientras que algunas reinas han llegado a vivir incluso el doble. Y si viven mucho, se comunican más.
Las hormigas se comunican mediante señales químicas que van dejando a su paso o que intercambian con toques de antena con otras hormigas. Aún recuerdo mis experimentos infantiles, cuando interrumpía con el dedo la procesión de hormigas camino de su hogar; observaba como, removiendo con el dedo la arena del suelo, las hormigas se desnortaban y vagaban moviendo las antenas desesperadas en busca del rastro químico perdido, o la observación de peleas dentro de un frasco entre dos soldados de hormigueros distintos cuyas señales químicas no coincidían, que por lo general acababan en crueles decapitaciones.
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