Crónicas desde las antípodas II: Cervantes y los estromatolitos





Estromatolitos del lago australiano de Thetis
Australia es la única isla que es al mismo tiempo un continente, y el único continente que es también un país. Mientras preparaba una ruta geobotánica por su zona sureste, que partiendo de Perth subiese hacía el norte, cuyo clima se puede catalogar de mediterráneo, me topé en los mapas con una curiosa aldea de pescadores con el sorprendente nombre de Cervantes.
Viajando con un catedrático y escritor, que además fue alcalde de la ciudad natal del Manco de Lepanto, la visita y pernocta en dicha villa se convirtió en obligada en cuanto se lo propuse, y desde luego que aún no hemos dejado de alegrarnos de tal decisión, porque en sus alrededores, poblados de canguros, serpientes tigre, arañas terroríficas comestibles y blancas playas de arenas coralinas y aguas verde jade, se incluyen una gran cantidad de atractivos históricos y naturales tan curiosos como sorprendentes.

Serpiente tigre australiana (’Notechis scutatus’).
En primer lugar su nombre, que le fue dado en honor a un ballenero norteamericano que, bajo el nombre de Cervantes, encalló en estas costas en 1844. Los primeros pescadores de langostas que se asentaron frente al naufragio le dieron su nombre al enclave sin saber siquiera su significado. Hoy en día, sus poco más de 500 habitantes viven orgullosos sabiendo al menos que su pueblo se llama igual que un genio de la literatura tan famoso como Shakespeare, y en su honor han empezado bautizar sus amplias calles flanqueadas por grandes chalets de una sola planta, casi todos con su porche, su mecedora y su enorme todoterreno en la puerta.

Árboles hierba (Xanthorrhoea glauca)
El segundo atractivo son los extraños bosquetes de árboles hierba (Xanthorrhoea glauca) una espectacular planta de lento crecimiento, muy resistente al fuego. En la foto estoy al lado de un magnífico ejemplar hasta el que tuve que andar varios cientos de metros y a cuyos pies, para nuestra sorpresa, había dos enanitos de cerámica.
Del Thirsty Point, el cabo que remata la ciudad y de sus numerosos naufragios apenas puedo hablarles porque al acercarnos el viento lanzaba la arena coralina contra nuestra piel desnuda con tanta fuerza que el dolor en las mejillas era insoportable y temimos que acabase dañando cámaras y prismáticos. Con la pringosa capa de protector solar que llevábamos salimos de allí rebozados cual croquetas.
Un milla al sureste del pueblo se encuentra el lago Thetis, una charca típica de saladares rodeada de barrillas y otras plantas halófilas, que contiene en sus márgenes unas estructuras redondas de alrededor de un metro de diámetro, llamadas estromatolitos que parecen piedras aflorando del agua estancada. Estos pequeños montículos poco dicen al turista, pero para el científico, los estromatolitos son los fósiles y las estructuras vivas más antiguas del planeta. Alguno de las cuales alcanzan la friolera de 3.500 millones de años y gracias a ellos se ha datado vida terrestre en 4.500 millones de años.
Los estromatolitos son bioconstrucciones minerales, finamente estratificadas, originadas por la producción de partículas carbonatadas por parte de biopelículas de cianobacterias, que viven en aguas someras. Las cianobacterias, llamadas antiguamente algas verdeazuladas, mediante fotosíntesis liberan oxígeno y captan de la atmósfera grandes cantidades de dióxido de carbono para formar carbonatos que, al precipitar, dan lugar a la formación de estas curiosas rocas vivas, cada una de ellas formada por millones de finas capas de carbonato en las que solo el último estrato está vivo y contiene las bacterias.

Araña comestible ‘Nephila edulis’.
Sentarme a meditar ante estas rarísimas bioestructuras, que solo había visto en libros y saber que estoy ante una de las pocas colonias de estromatolitos del planeta que aún permanecen vivas, me animó a rozar suavemente con mis yemas sus ásperas superficies, con tanto cuidado como devoción. Estas construcciones bacterianas fueron tan abundantes hace miles de millones de años que su alta capacidad de captación de dióxido de carbono y expulsión de oxígeno, cambiaron radicalmente la atmósfera de la Tierra dejándola como la actual y provocando la primera extinción masiva de especies que fueron incapaces de sobrevivir en una atmósfera oxidante como la que nos rodea hoy. Precisamente gracias al aumento del oxígeno en el aire y a la formación de su isótopo el ozono, es por lo que la vida pudo saltar a tierra y evolucionar hasta la aparición del hombre. Pocas veces tiene uno el honor de acariciar al antepasado vivo más viejo del mundo.
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