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Crónicas del Ártico III: No es país para muertos

7 comments
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Apr 13 2018

El antiguo cementerio de Longyeargben, clausurado hace años por los motivos que se explican en le texto

Morir está prohibido en Longyearbyen. Es el asentamiento humano más cercano al Polo Norte y el frío es tal que su suelo, el permafrost del que hablamos la semana pasada, está permanentemente congelado y, por lo tanto, los cadáveres no se descomponen.

Exploradores, balleneros, mineros y científicos han sido los visitantes más habituales de estas islas desde su descubrimiento por Barentsz en 1596. Muchos de ellos sucumbieron ante las condiciones extremas y los peligros que rodean estas bellas y enigmáticas islas en las que, incluso en la actualidad, hay que ir armado como en el viejo Far West por el peligro que suponen los abundantísimos osos polares. En estas remotas islas, por su cercanía al Polo Norte, se refugia una población de más de 3.200 ejemplares del mayor carnívoro de la Tierra, un animal muy ágil pese a su aparente lentitud, que puede alcanzar los 700 kilos y superar los 3 metros de altura.

El buen estado de algunos cadáveres enterrados en permafrost es sorprendente. En la imagen, los restos momificados de John Hartnell, un miembro de 25 años de la Expedición Franklin que murió el 4 de enero de 1846 y fue enterrado hace 150 años en el permafrost de la isla Beechey en el Ártico canadiense. Imagen en línea, cortesía de la Universidad de Alberta.

Con el calentamiento global y progresivo descongelamiento del permafrost, el suelo se mueve y están empezando a aflorar cadáveres casi intactos enterrados hace más de un siglo ya que, por la dureza del suelo congelado, solían enterrarse a poca profundidad y sobre todo en las playas que es donde el terreno es más blando. Conscientes del peligro que esto supone, en 1998 un grupo de científicos intentó recuperar los cuerpos de varios mineros muertos en 1918 por la terrible gripe española que asoló en mundo en aquellas fechas y que supuso la mayor epidemia de la Historia. Por si el lector lo ha olvidado, aquella enfermedad vírica causó más de 50 millones de víctimas, a los que habría que sumar los 17 millones causados por la I Guerra Mundial. En ese decenio, ocurrió pues el mayor descenso de población del Planeta. Este virus, junto con el del ántrax, aún acecha latente en los cuerpos enterrados en el permafrost y para la humanidad, carente hoy en día anticuerpos, podrían suponer una auténtica catástrofe si se expandiesen. Estados Unidos y Rusia han recuperado las cepas víricas originales en cadáveres desenterrados en Alaska y Siberia. Estremece pensar el destino que puedan darles.

Cadáver aflorado del permafrost de la isla ártica de Longyearben

Hace medio siglo, cuando se corrió la voz de que en el permafrost los cuerpos de mantenían congelados en perfecto estado y se puso de moda entre millonarios la crioconservación en espera de buscar soluciones a las enfermedades incurables, acudió a estas islas un turismo que buscaba ser enterrado aquí y hubo que legislar al respecto para ponerle freno. En la actualidad, el gobernador de Svalbard solo autoriza los enterramientos de quienes han residido de forma permanente dos años el archipiélago y hayan aceptado la incineración. Vivir aquí dos años seguidos no es una cuestión baladí si se tienen en cuenta las extremas condiciones climáticas y la depresión que produce estar casi medio año sin poder ver el Sol. Rudos mineros, algunos intrépidos turistas ávidos de aventuras y, sobre todo, muchos matrimonios jóvenes con niños que buscan durante unos meses duplicar los ya de por si elevados sueldos noruegos, son los pobladores más habituales de estas islas.

Si no es país para muertos, tampoco lo es para viejos y cualquier persona de edad avanzada con problemas de salud es automáticamente enviada al continente. Me comenta un guía que solo quedan dos ancianas en todo Svalbard, Freia y Anne-Lise, que se resisten a abandonar la isla y que son toda una institución, ya que deben demostrar periódicamente  al gobernador que pueden valerse perfectamente por sí mismas. En la isla tampoco hay nacimientos, porque las embarazadas son llevadas a Noruega unos meses antes del parto.

Freia y Anne-Lise, las últimas ancianas de Longyearben posan con el logo de Norwegian Airlines que las transporta grátis al continente.

Con la intención de ilustrar este artículo y abrigado de pies a cabeza con dos pasamontañas, un mono polar, un par de guantes, otras tantas manoplas y unas gruesas botas especiales para estas latitudes, partí a oscuras (como no podía ser menos dadas la latitud y la fecha) en busca del viejo cementerio. Según me contaron, el camposanto yacía en la ladera de la enorme montaña que cierra Svalbard por el oeste a un par de kilómetros al sur de la iglesia. El camino que parte de ella aparecía cortado con vallas por el peligro de avalanchas y por el derrumbamiento de las últimas farolas del asentamiento debido al desplazamiento del suelo helado. La ventisca movía la nieve a ras del suelo formando una especie de neblina y al poco rato me vi envuelto en el frio y silencioso manto de la noche polar.

Panorámica de Longyearben desde el viejo cementerio

Algo escamado, por estar atravesando los límites en los que es obligatorio salir armado por aquello de que los plantígrados acostumbran a almorzar incautos, a cada rato me quitaba las gruesas manoplas y sacaba la linterna para escudriñar la oscuridad en busca de algo que pareciese un camposanto y, de paso, para detectar los ojos de algún carnívoro interesado en mis costillares. A la media hora vislumbré un grupo de cruces de madera blanca a unos doscientos metros ladera arriba y, sujetando el trípode en una mano y la linterna en la otra, comencé el ascenso hasta saltar la cadena oxidada que rodeaba a las cruces tenuemente iluminadas por la luz que irradiaba el lejano poblado. Mientras tomaba estas fotos de alta sensibilidad (12.000 ISO) se despejó un rato el cielo mostrando la hermosa aurora boreal que encabeza el artículo y que captó mi cámara con muchísima más intensidad y nitidez de lo que podía ver a simple vista. El viaje había merecido la pena.

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  1. Belén 

    Es increíble las fotografías, el lugar y la historia que se narra, así como la forma de vida, en condiciones tan extremas en las que se viven y sin embargo no entienden otra forma de vivirla.

    Afortunadamente y, ante situaciones tan excéntricas, como la crionizacion, se impone una buena legislación y sobretodo, sentido común, por parte de las autoridades.
    Y, sí, la luz o su falta de luz es lo que hace que el número de suicidios aumente en proporción a esa escasez.
    En la provincia de Alicante, concretamente en Alfaz del Pi, vive una de las comunidades más grande de Noruegos. Ahora lo entiendo.

    Asusta el tema de la gripe española y las aberraciones que en nombre de la Ciencia se llegan a hacer.
    Entiendo que éstos reportajes los haces en solitario.
    Gracias por compartir éste artículo.

    4 junio, 2018 at 3:49 pm Responder
    • luismonje.com 

      Lo entenderías mejor si pasas una semana a oscuras sin ver el sol. La sensación es desesperanzadora e inquietante.

      17 noviembre, 2019 at 11:12 am Responder
  2. Mario 

    Bueno vengo de ver tu «Fotografía Científica» en la sala de exposiciones del rectorado de la UPV y ahi me han hablado de esta página tuya. Oye!, que chulada tus fotos y hay que ver cuantos campos abarca. Me lo he pasado fenomenal viendolas. Gracias.

    20 febrero, 2019 at 8:44 pm Responder
    • luismonje.com 

      Si quieres aprender todas estas técnicas, en octubre de 2020 daremos la última edición de este interesante posgrado, único en el mundo: http://foto.difo.uah.es/wp/posgrado/
      Contacta a luis.monje.cursos@gmail.com

      17 noviembre, 2019 at 11:11 am Responder
      • Jana 

        Estaba leyendo el artículo ( impresionante) desde mi móvil, que a su vez estaba cargando batería, el cable libraba una lámpara por unos cms … Y bueno… Estaba tan concentrada y viviendo cada frase escrita, que me he movido sin darme cuenta de esos cms a respetar , resultado ( me he cargado la lámpara) y un susto de esos que se te sube el corazón al paladar!
        Y yo no estaba ahí… Entre tumbas, oscuridad y… ¿ Los osos polares en la noche…??? Imagino que es otro gran peligro durante tanto tiempo…

        Jamás pensé que podría haber una ciudad donde morir fuese ilegal…

        Me ha encantado! E Impresionante trabajo fotográfico ! Belisiiiimo.

        Gracias!

        26 diciembre, 2019 at 2:54 pm Responder
        • luismonje.com 

          Muchas gracias, Jana. Aún hay mas de esa serie.

          30 diciembre, 2019 at 7:38 pm Responder
  3. Jana 

    Estaba leyendo el artículo ( impresionante) desde mi móvil, que a su vez estaba cargando batería, el cable libraba una lámpara por unos cms … Y bueno… Estaba tan concentrada y viviendo cada frase escrita, que me he movido sin darme cuenta de esos cms a respetar , resultado ( me he cargado la lámpara) y un susto de esos que se te sube el corazón al paladar!
    Y yo no estaba ahí… Entre tumbas, oscuridad y… ¿ Los osos polares en la noche…??? Imagino que es otro gran peligro durante tanto tiempo…

    Jamás pensé que podría haber una ciudad donde morir fuese ilegal…

    Me ha encantado! E Impresionante trabajo fotográfico ! Belisiiiimo.

    Gracias!

    26 diciembre, 2019 at 2:53 pm Responder

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